Los atascos son un incordio, eso está claro para todos. Tanto los atascos de tráfico como los laberintos teóricos del intelecto. Los primeros sacan lo peor de mi, el animal agresivo que llevo dentro. Y luego me debilito y opto por abandonar el campo de batalla. Me rindo, las fieras del capitalismo pueden conmigo. Y qué demonios, ¿a quién le gusta vivir una vida que no quiere? Pero ya se sabe, esta inquietud ya la puso en escena la tragedia griega. Que me ignoren puede ser mejor que una atención excesiva, especialmente en la oficina. Todo depende de quien te ignore o quien te haga caso, claro está. Madrid ata y mata. Lo que te da, te lo quita: un juego de suma cero. Es un rollo amor-odio al más puro estilo Robert Mitchum o, un poquito más cercano, nuestro querido y crápula Joaquín Sabina... Pongamos que hablo de Madrid. Y para ir terminando, si no te gustan los pesados ni los pesimistas pero puedes soportar a un repelente nihilista... ¡Pues entonces estás de enhorabuena! Que conste que tu también me gustas y no se si puedo con ello y no se si quiero poder, ni tan siquiera si quiero preocuparme en saber si puedo o quiero o qué.
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