lunes, marzo 23, 2009

El Vals de Fanon y Amedeo







Amedeo

Por lo que se refiere al contenido y a como cuenta la primera guerra del Líbano, me parece que coloca al espectador desde el punto de vista del soldado israelí, y que uno se identifica con él, con su forma de ver las cosas y con su sensibilidad humana. Los otros, los enemigos y los amigos (falangistas) casi no se ven o cargan con toda la responsabilidad de la masacre de Sabra y Chatila, mientras los mandos israelìes a lo sumo resultan como cómplices indirectos o, en el caso de los soldados (como el protagonista) simplemente espectadores preocupados de lo que pasa en el campo de los refugiados. En realidad la guerra en Libano ha sido, como siempre en el caso de Israel, una pelea impar entre un ejercito muy poderoso contra un pais sin un aparato militar comparable y muy dividido entre los varios grupos armados, algunos aliados y otros enfrentados a Israel. En el caso de Sabra y Chatila la participaciòn del ejercito israelí ha sido mucho màs activa, en cuanto ayudaron a los falangistas a ocultar los cadaveres de palestinos muertos y se los llevaban en sus camiones. Tambien la participaciòn de los altos mandos israelìes fue mucho màs activa de lo que aparece en la película. Para el gobierno israelí todos los palestinos son terroristas en cuanto representan una traba a los planes politicos sionistas, y como se trata tambien de una guerra demografica, cada palestino muerto es un problema menos.

Fanon
El indígena es un es ser acorralado, el apartheid no es sino una modalidad de la compartimentación colonial del mundo. Lo primero que aprende el indígena es a permanecer en su lugar, a no traspasar los límites. Por eso los sueños del indígena son sueños de proezas físicas, sueños de acción, sueños agresivos. Sueño que salto, que nado, que corro, que trepo. Sueño que río a carcajadas, que atravieso el río de una zancada, que me persiguen caravanas de coches que no me alcanzan jamás.


Amedeo


Por lo que se refiere a la estética y al guión, las opiniones pueden ser diferentes, en todo caso el aspecto formal me parece directamente relacionado con el contenido y el mensaje que el director quiere trasmitirle al público. Elegir la animaciòn como medio expresivo le quita realismo al asunto porque los muertos son de mentira, son evidentemente imágenes dibujadas. Que esto tenga que ver con el proceso pscicológico que pasa el protagonista y que al final las unica escenas reales son las de los palestinos de Sabra y Shatila no hace nada más que subrayar el punto de vista subjetivo del relato.

Pero yo sigo pensando que al final se trata de una peli quel llega a ser auto-absolutoria (no sé si se dice tambien en castellano): la guerra es fea y cruel, a los soldados no le queda otra que matar o morir, en todo caso Tsahal (el ejército israelì) no es responsabile directo de las masacres porque los realmente malos de la peli son lo falangistas libaneses y los altos mandos israelìes solo han sido còmpllices indirectos.
Y, vuelvo a decir, el punto de vista totalmente subjetivo del guiòn hace que el espectador se identifique con el militar israelí y con su humanidad herida por lo que vivió (sobre todo lo que vió, más que por lo que hizo), y que esto lleve a confirmar de alguna manera la siempre subrayada (cuanto falsa) en Israele superioridad moral de Tsahal: nosotros somos los humanos, los otros que participan en la guerra (palestinos, falangistas, àrabes, en fin) no aparecen o, caundo aparecen, son seres sin una psicologìa, sin puntos de vista propios que no sean matar a los israelìes o a los palestinos. Todo esto resulta muy esfumado en la pelìcula, que se ocupa mucho màs de los problemas psicològicos de los protagonistas que de denunciar lo que su paìs hizo y sigue haciendo.

No es casual que el director es un niño mimado del gobierno, como él mismo ha declarado.




Fanon
Si, en efecto, mi vida tiene el mismo peso que la del colono
su mirada ya no me fulmina
ya no me inmoviliza
su voz no me petrifica.
Ya no me turbo ante su presencia.
Prácticamente lo molesto.
No solo su presencia ya no me afecta,
sino que le preparo semejantes emboscadas
que pronto no tendrá otra salida que huir.


18 días





Los amantes regulares, de Pauls

Alan Pauls. Este escritor argentino nació en Buenos Aires en 1959. Actualmente colabora en suplementos culturales de Página 12

He aquí sus comentarios acerca de "Los Amantes Regulares" de Garrel.


Los amantes regulares es la réplica, el antídoto, el golpe de gracia con el que Philippe Garrel, que en el Mayo francés tenía 20 años, pone en ridículo y demuele sin apelaciones el kitsch reblandecido de Los soñadores, de Bernardo Bertolucci, que entonces tenía 27. Los dos films evocan la insurrección obrero-estudiantil que tuvo en vilo a Francia a fines de los ’60 y tienen el mismo actor protagónico, el magnífico Louis Garrel (hijo de Philipppe).

Pero mientras Bertolucci aburguesa las combustiones callejeras reduciéndolas a un ménage-à-trois que ya era viejo en Jules et Jim, Garrel –en casi tres horas de cine puro, filmado en el blanco y negro más deslumbrante que se recuerde– les restituye toda su fuerza, su intempestividad y su valor de acontecimiento. La primera hora del film, casi sin palabras, se ocupa de la calle: planos quietos, largos, con estudiantes de espaldas y cascos de moto en la cabeza que contemplan cómo más allá alguien arroja una molotov o desaparece en una humareda, mientras la banda sonora multiplica el ruidismo de una rebelión sin forma y sin rumbo. Todo es lento y vertiginoso a la vez. El tiempo parece congelado en una violencia teatral, condenada a la repetición. El resto del film transcurre un año después, casi a puertas cerradas, y es una historia de amor, la de los “amantes regulares”, el poeta y la escultora, que intentan en vano hacer durar la abrupta incandescencia del mes más famoso de la segunda mitad del siglo XX.

El trío de bellos libertinos de Los soñadores comparte casa, cama y bañadera, corretea en cueros por un crujiente piso parisiense y parece actuar para un público invisible de gerontes desesperados, no por volver a desear, sino por ver, por reconocer lo que alguna vez desearon: una imagen; taciturnos y ensimismados, los estudiantes del film de Garrel –con François y Lilie, los amantes, a la cabeza– hablan en voz baja, viven sentados en el piso o recostados, adormecidos por pipas de opio. Como los slogans que Godard escribía en carteles en La chinoise, una frase política, cada tanto, relampaguea en ese mundo cuchicheado y deja caer los restos de una pulsión que a meses de manifestada ya parece marciana. Bertolucci debería ser enjuiciado por malversación de título: en Los soñadores nadie sueña; todos escenifican el fantasma de un hombre envejecido que confunde paladear con desear.

En Los amantes regulares, en cambio, sueñan todos. Meses después de mayo del ’68, en la escena más bella de la película, François sueña con... mayo del ’68. Ninguna nostalgia, ninguna misericordia, nada de autocomplacencia: nocturno y romántico, el film de Garrel es verdadero porque rechaza la lógica del pretexto en la que se regodea Bertolucci: el amor como pretexto para la política, la política como pretexto para el amor.


Domingo 27 de agosto, 2006

domingo, marzo 15, 2009

premisa


amar
hasta la deformidad,
hasta cuando nadie te reconozca
imagen y semejanza de la lentitud.

empezar
sin saber el nombre de las cosas
sin literatura,
que sólo te acompañen hechos
como rocas,
material opaco y silencioso

saberse de sobra
en este mundo
y discretamente salir
por la puerta trasera