martes, abril 24, 2007

sábado, abril 21, 2007

Completo

Decir tu nombre completo, como se nombra un país, o una planta, como nombran los sacerdotes a los muertos en las misas, como decimos taquicardia, o calmante. Como decimos mañana, o ayer. O ascensor, O estertor, O urgente. Como ese cuerpo tuyo, completo como un espejo, sin nombre.

jueves, abril 19, 2007

Alvaro Paños (invitado especial)

Los atascos son un incordio, eso está claro para todos. Tanto los atascos de tráfico como los laberintos teóricos del intelecto. Los primeros sacan lo peor de mi, el animal agresivo que llevo dentro. Y luego me debilito y opto por abandonar el campo de batalla. Me rindo, las fieras del capitalismo pueden conmigo. Y qué demonios, ¿a quién le gusta vivir una vida que no quiere? Pero ya se sabe, esta inquietud ya la puso en escena la tragedia griega. Que me ignoren puede ser mejor que una atención excesiva, especialmente en la oficina. Todo depende de quien te ignore o quien te haga caso, claro está. Madrid ata y mata. Lo que te da, te lo quita: un juego de suma cero. Es un rollo amor-odio al más puro estilo Robert Mitchum o, un poquito más cercano, nuestro querido y crápula Joaquín Sabina... Pongamos que hablo de Madrid. Y para ir terminando, si no te gustan los pesados ni los pesimistas pero puedes soportar a un repelente nihilista... ¡Pues entonces estás de enhorabuena! Que conste que tu también me gustas y no se si puedo con ello y no se si quiero poder, ni tan siquiera si quiero preocuparme en saber si puedo o quiero o qué.

domingo, abril 08, 2007

hic et nunc

Vengo de tragar dedos en las llagas, de tocar lo que no debo, de saber que no hay ni espuma ni milagro. Tal vez pida un taxi para volver a probar aquella colina con mar, o esa ciudad escondida en las terrazas, o tu río de luces frenéticas, que tal vez no volvamos a ver. Jamás. Quiero que las estaciones subterráneas sean como segundos, y que no tarde mi llegada. Esa galaxia de ruina que voy a dejar en tus piernas y un disparo en tus encías, no tengo más. Europa es una comedia que arde en el papel, pero siempre nos queda Lisboa. Si, ya se, no hay preguntas, y es a tientas como te voy a conocer. Pero mi voz ya reconoce tu voz, y con eso nos basta. Aquí y ahora.

sábado, abril 07, 2007

sudor y transparencia

Me ofrecen un par de aspirinas. Con buena voluntad me ofrecen también una astilla, una cita y una verguenza. Algunos instantes de sudor y transparencia, ascensores y varios pisos, golpes en la pared y una puerta como aguijón. Por ahora pasan las horas, y sólo tengo una axfixia producida por los abrazos.

viernes, abril 06, 2007

Outras ladeiras e ruas

Sus días tienen la misma composición de mis días, aunque son diferentes. Porque sus días tienen taquicardia, vómitos, y un estómago con un hilo de fuego, devorado por una angustia mayor. Solo aquella imagen del curtidor y su piel como brasa en el atardecer le pertenecen, como su lengua y sus dudas. Los míos son iguales, aunque distintos, porque viven en lo que viene después. Solo otras cuestas y calles, outras ladeiras e ruas.

Morada

El mal aliento, epidemia de los confesionarios, pronuncia palabras que nunca me pertenecen, que descienden con la espuma hasta mis sienes. La hoja de afeitar te corta solo aquello que brota, dejando intacta la sangre y la infección de la mañana. Como una esquina de ladrillos, tu rostro es el rincón preferido de los juegos legales, blando pálido dormido, reconocida fotografía. El grifo es una razón para pensar en la muerte, pero también en las uñas. La cama (todavía hinchada las sábanas por el cuerpo, como una piel que se abandona por unas cuantas horas, como una cáscara agrietada) mudo animal alimentado de mi espasmo, alguna vez tuyo y mío. Y los zapatos, vacíos equipajes, estrechos vagones del mismo color de la Farmacia, nunca tienen nada nada más que ruido y sueño. El reloj (con segundos con nudos con trampas ¿verdad?) me viene sonriendo desde hace algún tiempo. Y la pupila dilatada sumergida en un vaso, mirando el mundo, de agua.

jueves, abril 05, 2007

Genealogías I

Matilde Yépez Gonzáles pidió trabajo en la fábrica a los 26 años de edad. El señor Norero pedía como requisito que sus futuros empleados llevaran un pájaro exótico el día de la entrevista. En su primer intento, Matilde llevó un Garrapatero, esos pájaros negros que se crían en los Esteros, y cuya cacería le costó un poco. El señor Norero, al ver el ave, no pudo reprimir su desagrado. Esto no es un ave, es un gallo enano. Obstinada, Matilde intento esta vez con un Gorrión, tratando de garantizar su trabajo y a la vez salvar su buen gusto. Norero no tardo esta vez tanto como en la ocasión anterior, y simplemente dijo que era un ave demasiado vulgar. Cansada, se dio el trabajo de cazar una paloma turca, de esas que llenan de mierda el monumento a los 100 años de independencia, como su pelea final. Norero, simplemente contestó, tiene usted el trabajo, pero no por las aves, sino por su insistencia. Así, Matilde Yépez ingresaría a la boca de aquella industria, donde aprendería ese vocabulario que años después su esposo llamaría "fabriquero". Y saldría de ella 37 años después, con un ventrículo derecho sensible, debido al chocolate espeso que se comía con huevo, y una cómoda pensión que le alcanzó para mimar a hijos y nietos, hasta el día que, cansada de dormir, decidió despertar para siempre, cerca de nosotros.

miércoles, abril 04, 2007

¿Una democracia autoritaria?

Javier Ponce (Invitado Especial)
Escucho afirmar que vivimos una democracia autoritaria.Salgo a la calle, intento cruzarla y un vehículo me impone su máscara de acero. Su conductor ejerce autoritariamente la condición de más fuerte.Reviso mi estado de cuenta bancaria y me encuentro con costos que nadie ha acordado previamente conmigo. Se me imponen autoritariamente. Con el mismo autoritarismo con el que se me conmina a firmar algún documento que contiene en letra menuda, todas las fórmulas posibles para deshacer los compromisos del documento.Si debo realizar no importa qué gestión en la policía, en el seguro social o en cualquier servicio público, cualquiera que se encuentra al otro lado de la ventanilla me impone, con autoritarismo y arbitrariedad, sus condiciones. Si protesto, el autoritarismo se volverá irascible, intolerante, caprichoso.Los ciudadanos “residenciales” son autoritarios cuando templan cadenas en los ingresos a la vía pública; y es autoritario el que se estaciona en una vereda o la ocupa arbitrariamente para acumular los materiales de construcción de su edificio privado.El mercado es autoritario a nombre de la libertad. Me impone sus reglas en virtud de unas decisiones y unos decidores invisibles. Son las leyes del mercado… Hay que actuar de acuerdo con el mercado… El mercado es el que fija el valor de los bienes y el monto de los intereses, dicen los voceros de esa entelequia autoritaria.Si algún autoritarismo resulta intolerable es el mercado y la voluntad de sus manipuladores.Los medios de comunicación ejercen autoritarismo sobre los ciudadanos, cada vez que dictaminan cuál es la opinión pública, en dónde reside la verdad, quién tiene derecho y quién no, a acceder a ellos con voz propia y expresarse en sus páginas o sus espacios virtuales. El saber es autoritario, cuando es poder y busca imponerse como la verdad indiscutible. Saber y poder se conjugan en el autoritarismo.La riqueza excesiva es autoritaria e intolerante, ejerce el poder para perpetuar su control sobre una sociedad, sobre los bienes colectivos.La educación es en el Ecuador una educación autoritaria, sin derecho a la réplica, ni de estudiantes ni de sus familias. Sin derecho al desacuerdo.Los diálogos, entre los ecuatorianos, transcurren tantas veces en el marco del ejercicio del autoritarismo, del descrédito y la negación del otro.Los partidos políticos han sido, a lo largo de toda la historia republicana, autoritarios; y sus caciques siguen siéndolo, aunque estén destituidos.Las leyes son autoritarias, intolerantes, cuando se aplican por sobre las condiciones reales de una sociedad. Y cuando han nacido de algún ejercicio de autoritarismo.Sí. Solamente que los analistas se quedan cortos… o actúan con ceguera política. Más allá de una democracia autoritaria, lo que vivimos es una sociedad autoritaria.Y una sociedad así actúa como un juego de dominó: el ejercicio del poder y del autoritarismo se sucede desde la cúspide de la sociedad hasta el último amanuense que vengará las humillaciones del día en su esposa o sus hijos. Protagoniza el último eslabón de una cadena de autoritarismos.Todos guardamos algún resquicio de poder. Alguien está siempre bajo nuestra voluntad, bajo nuestro capricho, sometido a nuestro autoritarismo.
Tomado de El Universo, 4 de Abril 2007

martes, abril 03, 2007

Llega la madrugada, sin sol sin nada, vecina avara de los recién amados, lucrando con los enfermos.

Porta -e- Janela

Y era como si el día empezara en los tacones cumpliendo su trabajo, como la sangre, en las bicicletas y sus propias leyes, en los chirridos de los autobuses con su piel de paquidermo. Y de tanto en tanto, de puerta en puerta, aquella casa despertaba de su noche metálica, de su poca luz. Las ventanas, abiertas como ojos (como sombras de ojo hambriento), levantaban ese polvo de hierro, esa parte inconclusa de tiempo que flota como comida de peces. Las camas, siempre flacas, y ese olor a juventud de hijos varones, eyaculación y sudor. Y el piso, mordido por las hormigas, que se llevaban la casa en peso, guardándola detrás de la pared, allí vívían cientos miles, como pólvora como semillas. La escalera, muerta como un árbol sin agua, y sus 7 escalones, hogar de la sombra verde siempre verde. El pan de ayer y la poca dignidad de la nevera, mezquinando sus horarios y expiraciones en sus costillas rectangulares, ahogada en sus gases de vinagre en su sangre de lodo en su faro interno vicioso incapaz. La solemnidad del hormigón. Y desde la otra cera, se podía ver, la partida indolente del bienestar.
La noche, con el tiempo repartido, en dos mitades. Como si la noche tuviera una doble, como la boca tiene su lengua, o los armarios cajones, o los hombres culpas, o las casas trapos sucios. Una noche que nace en las frutas, conspirando bajo de la piel azulada de las peras, que se pudre orgullosa, para parir más noche en la cocina, putrefacta como el Estero. Una noche que esconde los platos, que silencia el agua que mata y se va en la copa de los árboles. Una noche que no es la tarde, aquellas tardes, que ya no son más ese crecer del lodo y sus hilos, que devolvía a casa a los escolares y al sastre ebrio el milagro del bolsillo rasgado y la pelota de franela. Esa tarde, que envejece los buses, que oxida el dinero, que riega la sal, pero la sal no hace mares ni saliva ni cloro.