jueves, diciembre 29, 2011

Madrid no se acaba nunca

Qué larga es la vida, dijo T.S. Elliot,  o al menos se atrevió a escribirlo. sentirlo. como dice Tracy Letts, pues tampoco es que estuviera diciendo nada nuevo, pero fue el primero que tuvo el corage de aceptarlo en un papel y ahora, cada vez que se diga esa frase, se deberá también decir su nombre.

Lo escribió cuando rondaba los de 30, pero de alguna forma vivió con ello, y se murió con 76 años.

Pero la frase nunca me gustó.



En ningún lugar te sentirás en casa, pero en todos los lugares te sentirás bien. Fue la máxima durante mis 6 años en Madrid. Pero ahora la idea se me queda coja y vuelta a empezar. Madrid seguirá siendo una ciudad inabarcable, infitinita. Cuando leí "París no se acaba nunca", de Vila-Matas, me imaginé siempre que hablaba de esta ciudad, y pude casi ver a Hemingway entrando con las tropas de la resistencia a Madrid, salvando la ciudad, bebiéndose todo el alcohol del hotel Ritz, dándole una patada en el culo a los franquistas.

Como dice Letts, a través del alcohólico Beverly, hay que ser justos hasta con el diablo. Y siendo justos, voy a extrañar esta ciudad.

Me voy a Bonn, o mejor, ya estoy aquí, en algo que ella y yo llamamos casa.

Para dejar Madrid tuve que entregarme a un poder superior, como otrora lo hiciera con los libros, o el cine....ahora lo hago con ella. Los tres están aquí, esta noche.

No soy el primero en decírselo, sentirlo, claro está.



En el buzón de Maxstrasse 75, está escrito mi nombre. 







viernes, diciembre 16, 2011

canción del adios


Canción del adios
(Cantar en Solm)


Todo empezó en la costa
un día de mayo
un morenito con el pelo rizado
pronto creció
tanto estudió
que en antropología se licenció




Y así pasaba el tiempo
el mar contemplaba
y si te vas pa Europa 
le susurró
me voy pa allí
marcho de aquí
dejo la hermosa perla de Guayaquil


Sueños de Jóvenes le han desarrollado
y ahora que ya ha medrado marcha de aquí
no mais Madrid
nicht mehr Madrid
Harto de usar skipe con mi Melanie


Suspirando suspira en tierras germanas
que aquí mi piel morena pierda el color
las flores se congelan pierden el rojo
Melanie dame un beso, se me congela el seso
Melanie yo no aguanto el clima de Bonn


Bon bon bon
voy pa Bonn

(Bis)



PD: 33 antes de 33: encontrar un lugar en el mundo

jueves, abril 14, 2011

jueves, abril 07, 2011

alberti


Lo que dejé por ti

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

domingo, marzo 20, 2011

ciudad (1)


El tiempo me  ha enseñado que la única forma de avanzar en la vida es mirando siempre adelante. Yo lo hago todo el tiempo.

Tengo 17 años y la vida hecha mierda.



Llego a casa, subo corriendo a la cuarta planta, no enciendo las luces porque me gusta pensar que estoy en un túnel a ninguna parte.

Me abre una señora que mi madre ha contratado para que nos cocine. Mi hermano la odia, pues dice que compra las verduras en mal estado, todo con tal de ahorrarse unos centavos y dárselo al alcohólico de su marido. No  tengo certeza de esto, pero me consta que la mujer es extraña. Redonda, con una panza que le da un aspecto de pájaro.

Entro en la habitación, mi hermano no está, así que puedo dormir tranquilo. He decidido no estudiar más y espero sólo un golpe de suerte que me saque de este barrio de mierda, repleto de putas y ladrones. Así que me tumbo a pensar. Pienso, no hago sino pensar, ¿qué más puedes hacer cuando no tienes ninguna posibilidad de salir de aquí?

Lo llaman, me dice la mujer redonda. Quién. No lo sé. ¿Qué le digo? Dígale que suba. O no, mejor dígale que yo bajo.

Nos encontramos en el portal. Lleva una minifalda, los labios intensamente rojos.

¿Así que aquí vives? ¿Y cómo lo supiste? Mi hermana vive al frente, y me lo contó un día que hablábamos de ti. ¿Dónde dejas a tu niña cuando vas a trabajar? En casa de mi hermana. ¿Ella lo sabe? No he venido a hablar de mi trabajo, he venido a darte un beso, tontito. Me besa, la beso y le cojo las nalgas. ¿Tienes novio? Sí, pero ahora tengo dos. A mi padre le preocupa que ande con putas. A mí también.

Vuelvo a la habitación. Duermo durante tres horas seguidas.  Atardece, los perros ladran a las gallinas, las viejas dejan de estar asomadas en las ventanas. Mis vecinas se bañan desnudas en el patio y yo las miro, hasta que se dan cuenta y gritan. Así atardece aquí.

La mujer redonda se ha ido. Llaman a la puerta. Es Marcelo. Lleva una camiseta del Magical Mistery Tour, vaquero negro, botas negras. Nunca he sido muy observador ni el muy expresivo, pero parece contento.

No hay nada que hacer, así que damos una vuelta al barrio. Este lugar siempre me ha generado un sentimiento primitivo. El barrio hoy tiene un aspecto desolador, parece que estuviera en carne viva, como si alguien hubiera pasado un cepillo de hierro por sus calles.

Llamamos por teléfono desde la tienda de la esquina, y nos dice la Negra que hay un concierto este viernes, así que hacemos planes.

Cruzamos el mercado, que a estas horas siempre tiene un olor miserable. Los indios están recogiendo lo último que les queda. Sólo están abiertas las carnicerías, esperando vender lunpoco de carne en mal estado.  Los perros también esperan. Todo está lleno de lodo. Piso mierda.

Recuerdo que hace algunos años mi hermano quemó nuestra habitación. Todo quedó bellamente carbonizado. Algunas veces recuerdo esta imagen. Hay cosas en la vida que me llevan a este recuerdo. Este lugar me recuerda aquella habitación.

Tomamos el bus, que siempre tiene un aspecto lúgubre a estas horas. Ya casi no hay vendedores a estas horas, sino más bien gente extraña: vigilantes nocturnos, mujeres y hombres con familiares enfermos, y gente que se mueve por la ciudad sin ningún destino desde hace años. Estas gentes son las únicas reales en esta ciudad donde todos forman parte de una guerra que es mejor empezar a olvidar. 


rua é liberdade

Ir al cine a ver O contador de historias, por tercera vez:

domingo, marzo 13, 2011

sweet oxygen


Un viaje es un rodeo sobre uno mismo. Al igual que una película. Eso lo decía Godard, al menos cuando hablaba de cine.

Tomo el vuelo a las 2 en punto. No hay retraso. Cumplo las rutinas: leer un diario, cerrar los ojos en el despegue, decir que no a la comida. Intento dormir.

¿Recuerdas aquella charla que tuvimos sobre los rincones? ¿Sobre el pasado que ofrecen los rincones, o el dilema de las habitaciones?. Me imagino volviendo a Guayaquil. Entrar en aquella habitación, será como entrar en una ruina. Será como ver un accidente en cámara lenta.  Un accidente donde nadie sobrevive. ¿Qué es sino este lugar, esta habitación, este sueño de volver?

Despierto, y tengo algo de sed.

Tomo el autobús, tal como me enseñaste. No me hace falta hablar con nadie. Los días están más despejados,  por fin puedo ver la carretera que me conduce a ti.

Estás allí, sonríes, my sweet oxygen.


lunes, febrero 14, 2011

realidad


La vuelta desde Móstoles ha sido silenciosa. Nunca pensé que este trabajo que hago me fuera a afectar alguna vez. 

Hoy, en uno de mis talleres, uno de los jóvenes nos mostró su brazo izquierdo. Tenías las marcas de unos dedos, rojizas marcas como si se le hubiera oxidado la piel. Me golpearon hoy, dijo sonriendo. Se que esto es lo que tendré que vivir el resto del tiempo que esté en el insti. Y no puedo hacer nada.

La discusión empezó. Algunos dijeron que era su culpa, porque no lo denunciaba. Y como siempre, en estos casos, la culpa es de la víctima. Si habló será peor. Me esperarán fuera del insti, o vendrán sus hermanos. 

¿Qué hacer?

viernes, enero 21, 2011

lo que se suele olvidar

¿Cómo se controlan a los favelados en Río de Janeiro? ¿Cómo el Estado controla a las millones de personas que viven en las favelas ganando (cuando gana) miserias, sin que se salgan de control? ¿Cómo hacen estas millones de personas?


Para aquellos a quienes se les olvidan palabras como desigualdad abismal, represión, clase..tienen este documental:







domingo, enero 02, 2011

deja que la noche entre

Quizás porque el atardecer no tiene sonidos, quizás porque la noche en esta ciudad no tiene remedio. Quizás por todo esto estás aquí, y no te podrás ir nunca más.

Fría, la habitación tenía pequeñas luces colgando de una pared, alumbrando la cama donde ella dormía. Pensó en el sentido que podría tener un cuerpo orlado de luces tan diminutas, pero su mirada se detuvo al final en su respiración, que era como la de un pez fuera del agua.

Despertar y sonreír, parecía un reflejo. Ella lo presentía todo, hasta este absurdo de él sobre las luces.

¿A qué estás jugando? Le preguntó.

Se podía reconocer cada calle, cada sombra, cada luz que había tocado su cuerpo. Un semáforo, por ejemplo, podía verse a la altura de sus hombros, mientras que las luces de las vitrinas y la temperatura de los candiles solían arremolinarse en un mismo lugar.

O al menos a eso jugaba él, jugaba a que entendía la noche de esta ciudad. Hay algo que sólo se logra a fuerza de acostarse todas las noches con el mismo cuerpo.

Al día siguiente caminaron hasta el otro extremo de la ciudad. Soñaban con poder caminar un día entero. Iban a los lugares más alejados, a la periferia, sitios gobernados por grúas de colores brillantes y puentes abandonados, por calles sin árboles y llenas de polvo, por buses llenos de rabia que deambulan frenéticos sin pasajeros. ¿En dónde estoy ahora?, él se preguntaba.

No, ya no era su ciudad. Desde hace mucho tiempo que ésta ya no era su ciudad. A veces sufría visiones. Conocía ya varias ciudades, una de ellas estaba llena de pequeñas casas alejadas de la carretera, distanciadas unas de otras, oscuras e impredecibles como cuervos durmiendo.
 
La felicidad se alcanzaba muchas veces en esta habitación, pensaba, y en ocasiones incluso la sabiduría, sobre todo durante la tarde, cuando sólo había que tener paciencia y dejar que la vida de ella se mezclara con el destino de sus cosas. Ella se convertía en una fuerza de la naturaleza, un lugar al cual los pequeños objetos de la vida cotidiana les gustaba arrojarse, un destino tan parecido a la muerte, es decir, tan parecido a todas las muertes, es decir, para siempre.

La llevó la siguiente noche a aquel club de jazz que frecuentaba desde hace años. Tenía los ojos fijos en ella, amaba verla sonreír. La madrugada era distinta si ella estaba. A él se le olvidaba esta nostalgia crónica por una ciudad que odiaba, y a ella se le olvidaba que él existía mientras se transparentaba entre las gentes.

Sus fantasías no le interesaban tanto. La idea de verse como a fuerza de algo en realidad no le gustaba. Ella odiaba la naturaleza, pues decía que era contraproducente. Sin embargo, de haber sabido su juego sobre la noche entrando en ella, de haberlo sabido, tal vez lo habría amado.

- Ni siquiera te conozco muy bien, dijo ella.

- Me gusta el sonido del tren entrando a la estación.


Su amor era la distancia que existía entre él y esa página en blanco, que era ella.