lunes, febrero 14, 2011

realidad


La vuelta desde Móstoles ha sido silenciosa. Nunca pensé que este trabajo que hago me fuera a afectar alguna vez. 

Hoy, en uno de mis talleres, uno de los jóvenes nos mostró su brazo izquierdo. Tenías las marcas de unos dedos, rojizas marcas como si se le hubiera oxidado la piel. Me golpearon hoy, dijo sonriendo. Se que esto es lo que tendré que vivir el resto del tiempo que esté en el insti. Y no puedo hacer nada.

La discusión empezó. Algunos dijeron que era su culpa, porque no lo denunciaba. Y como siempre, en estos casos, la culpa es de la víctima. Si habló será peor. Me esperarán fuera del insti, o vendrán sus hermanos. 

¿Qué hacer?

2 comentarios:

Ana Jaka dijo...

¿Qué hacer?, ese es el comienzo de todo: hacer algo, en lugar de no hacer nada. El cree que no puede hacer nada, es lo más terrible de todo. Hay que dar recursos al que no los tiene o no los ve. O buscarlos.
La culpa no me interesa, de qué sirve juzgar si uno si otro... ¿por qué la gente se empeña en poner ahí sus energías? Hay que buscar las causas más allá de los culpables.

Me alegro de haber reencontrado tu blog, es una gozada leerlo. Gracias

fernando mejia dijo...

Gracias a ti.

Te descubrí en una cafetería de Madrid, hace un tiempo ya. Me leí varias veces "Línea discontinua" en el Entrelineas (así se llamaba la cafetería, pero la crisis se la llevó), y muchos de tus poemas aún siguen sonando.