lunes, febrero 14, 2011

realidad


La vuelta desde Móstoles ha sido silenciosa. Nunca pensé que este trabajo que hago me fuera a afectar alguna vez. 

Hoy, en uno de mis talleres, uno de los jóvenes nos mostró su brazo izquierdo. Tenías las marcas de unos dedos, rojizas marcas como si se le hubiera oxidado la piel. Me golpearon hoy, dijo sonriendo. Se que esto es lo que tendré que vivir el resto del tiempo que esté en el insti. Y no puedo hacer nada.

La discusión empezó. Algunos dijeron que era su culpa, porque no lo denunciaba. Y como siempre, en estos casos, la culpa es de la víctima. Si habló será peor. Me esperarán fuera del insti, o vendrán sus hermanos. 

¿Qué hacer?