sábado, noviembre 14, 2009

De Macondo a Barajas


Cuando uno escucha este título, ¿que es lo primero que piensa?

En Cien años de Soledad, se describe a Macondo como un pueblito de casas de barro y cañabrava, construidas a la orilla de un río de aguas claras, con un lecho de piedras enormes, como huevos prehistóricos. Todos los "extranjeros" que llegamos aquí tenemos que dar cuenta de este lugar. Y tal vez, comportarnos como tales, y decir "en nuestro mundo las cosas son tan nuevas que muchas no tienen nombre".

Hay algo etnocéntrico en el subtexto.

Pero podemos rescatar lo que este título tiene de movimiento, de diáspora, o bueno (quizás diáspora es muy grave) mejor decir, de viaje.

El padre de Marguerite Yourcenar solía repetirle, de pequeña, la frase "siempre en otro lugar se está mejor que aquí". Años después, la escritora lo transformaría en aquello de "el yo incierto y flotante". Eso que está en movimiento dentro de uno, que no cesa.

¿Qué pasa con aquellos que somos extranjeros y nos gusta?

Si yo no puedo (ni pude) sentirme propio de un sólo lugar, si no puedo (ni pude) creerme las historias nacionales, ¿qué hacer?

A diferencia del mundo natural, en la sociedad uno puede elejir sus herencias.

Claro que esta decisión tiene sus costos, entre ellos, los linguísticos. El Dr. Frankenstein sabía, al ver su obra, que ésta no era del todo perfecta. Lo mismo nos sucede a los que tenemos que incoporar las melodías y giros de la nueva lengua que nos acoge. La ortopedia que aplicamos a nuestra "forma de hablar", para ser entendidos, no nos termina de gustar. Ese monstruoso cuerpo de palabras, las antiguas y las nuevas.

Este ejercicio de re-construcción nos hace también pensar sobre nuestros propios modos de hablar. Te das cuenta que hay ejercicios orales deformes, secuencias sonoras que deberías olvidar. Y otras que no, melodías que deberíamos conservar.

Pero al final te gusta ser extranjero. Creo que Bolaño decía lo mismo. Ser el que "no es de aquí". Lo que la gente no sabe es que tampoco eres del lugar de donde vienes.

La última vez que estuve en Guayaquil todos mis conocidos se encargaron de hacerme notar que mi ausencia no había afectado en nada a la ciudad ni sus vidas. ¿Pero cuándo volviste? (quizás queriendo preguntar, ¿pero alguna vez te fuiste?).

Es la parte dura de este estado flotante.

2 comentarios:

León Sierra dijo...

Como me dijo un taxista porteño que me metió en un atasco en plena avenida Corrientes cuando yo le murmuré un tímido "uy, qué tráfico más terrible...!":

- "pues, más allá está peor..."

Eso, que más allá, de verdad, está peor.


f. Un pródigo

fernando mejia dijo...

Tomo nota.