Querido Hermano
Mientras leía tu carta me vino a la mente Guayaquil. Tomar la 27, que baja corriendo por todo Portete, huyendo de vendedores y ancianos. Uno va viendo los restaurantes, los chifas, los asaderos, o aquel local de cangrejos a la altura de Esmeraldas, siempre lleno de patibularios. La ciudad, su ruido. Ahora sé que Guayaquil se sumerge en sus vapores, como un lagarto en el rió, hasta mayo.
Vuelvo al Sur
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