sábado, enero 09, 2010

a Córdoba (I)


Había olvidado el placer de los largos viajes por tierra. El hierro y el tráfico van quedando atrás y todo deviene en un mundo inmóvil, lleno de alegres sombras.

El brillo alegre de la nieve, un mar de blancura que a momentos parece que lo inundara todo. El paisaje se llena montañas que se disputan su presencia en el horizonte, asomando sus cabezas, acultándose unas a otras, viejas habitantes tostadas por el sol.

A ratos parece que la tierra se hubiera vaciado por completo.

El sol cumple su labor a pesar de la hora (es tarde ya), y sereno va derritiendo la nieve, abriéndose paso a través del cielo gris. Una gran banda naranja que se despliega, que se mete entre las nubes, y se enreda. Su luz baña los olivares, de uno en uno. A veces veo grupos de árboles pardos, de aspecto triste,  y en ocasiones algún árbol solitario. Me pregunto si será feliz.

Un gorrión cruza el cielo. La nubes están quietas, y el aire desocupado se distrae con un pequeño papel. Una señal nos indica que Córdoba está cerca.

El bus se detiene.


Córdoba.
lejana y sola.

federico garcía lorca





1 comentario:

León Sierra dijo...

Sevilla para herir,
Córdoba para morir.



del mismo Federico...