martes, enero 05, 2010

fusil


Escribir algo que te deje como un fusil recién disparado, decía Pavese. Vaciarse, y limpio y humeante  y tembloroso encontrar la salida al miedo. Pero son tantos. ¿Si? Es tanta la culpa, pude hacerlo mejor, sí, lo se lo se conozco de sobra esa cicatriz interior. Escribir por placer, por reirse de uno mismo y encontrarse,  aunque el encuentro no sea placentero la mayoría de la  veces. Para librarse de la tristeza, pasto de la  canción francesa y de la TV basura.  Adiós abuela, papá, ciudad, maldita ciudad. Adiós. Escribir para desconocerse, decía Pessoa, aunque nunca me explicó como mierda se hace esto. A veces se puede salir a la calle para dejarse llevar, y escuchar a aquél maldecir al hijo, que es uno ¿Qué voy a hacer con todo esto?  ¿Qué haré contigo? Nadie te espera. No hay tiempo para aprender.  Perdona, perdóname. Nadie te espera. Es imposible observar la vida, sólo tenemos el recuerdo. Creo que eso lo decía Jung. O no. A ver, memoria, desmemoria, a  ver ¿Qué esperaba él?  Ella amaba el amor, y las cosas bien hechas. Lo se, perdón. Todo está aquí esta noche Todos. La soledad de las decisiones personales, la soledad de las decisiones. Escucho este disco, a lo lejos la música se parece tanto a ella. Pero luego viene ese sentimiento y todo se desvanece en algo tan profundo que no alcanzo a ver dónde acaba. Hay quien oye algo más, allí donde yo me desvanezco alguien se enfrenta al vacío, ese hálito que proviene de la vida, la de uno, la de esta ciudad. Pero yo no soy una fuerza de la naturaleza. Pero hay, claro que hay.





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