viernes, octubre 01, 2010

carancho y ecuador


Cuando llegué aquí me preguntaba cuánto tiempo tardaría en acostumbrarme, en aceptar esta ciudad. Dos días. Eso tardé. 

Pero por ese tiempo no sabía mucho de sentimientos de alta-fidelidad.

A veces sueño con mi antigua ciudad, y soñar con una ciudad a la que no puedes volver es un claro síntoma del desarraigo. 

Aquí aprendí a ir al cine sólo, costumbre que en mi antigua ciudad sería sospechosa. Así que me bajo en Quevedo, subo las escaleras, tomo la salida derecha, me sé esta ruta de memoria, cruzó corriendo Fuencarral y luego  Eloy Gonzalo, no porque el semáforo esté a punto de cambiar sino porque hay que cruzar estas calles de esta forma.
Llego a los Verdi. Veo el listado, Carancho, Trapero? Me suena, aunque siempre lo confundo con Bielinsky.

Salgo emocionado del cine, por un momento me olvido de las noticias. Darín me emociona, y eso que siempre entro desconfiado a sus películas. Salgo completamente revuelto, pensando que no se aprende, al final nunca se aprende.

Llamo a casa pero nadie contesta, reviso el correo y la vieja dice que está todo bien, que hubo saqueos, y que "todos los choritos de la 29 salieron a robar los almacenes de la 17". Pero que siente decepción, por todo lo ocurrido, siente rabia, pero también porque este gobierno ahora tendrá más fuerza para seguir una forma de hacer política que está muy lejos de lo que en izquierda se llama democratizar el poder, horizontalizar el poder. O al menos eso dicen, claro. O al menos eso dice la vieja. 





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