Mi primer día en el colegio jamás lo olvidaré. Llegué tarde, sin cuadernos ni bolígrafos, y al entrar a la sala general el profesor de turno me hizo salir de ella. Entré otra vez y otra vez me volvió a expulsar. Tuve que hacerlo durante 3 ocasiones, hasta que Felipe me dijo, despacito, que me estaba olvidando de saludar.
Se suponía que este era un colegio distinto, que el director era un viejo amigo del partido comunista, y que aquí tendríamos una educación diferente. Yo venía ya con pocas expectativas sobre la educación. Había estado en 4 escuelas distintas, no conservaba ningún amigo y la verdad es que no me gustaba estudiar. Mis profesoras y profesores, todos ellos sin excepción, me parecían sádicos perversos que disfrutaban a través del castigo. Se los podía ver casi llorar de placer cuando castigaban, cuando sancionaban, cuando te echaban del salón; la crueldad fina y planificada de la tarea escolar extra, el apetito desordenado de la regla cayendo sobre tus manos. Alguna vez pude escuchar cierto jadeo.
Yo leía muy poco (casi nada o más bien nada) y sólo me interesaba coleccionar figurillas, leer comics y jugar ajedrez.
Pensaba que el colegio sería un lugar distinto, pero seguí jugando el mismo papel. La única diferencia es que en el colegio descubrí a muchos otros que querían jugar el mismo papel que yo.
Ese primer año pasó indiferente para mí. El segundo, conocí a Tomás. Era el hijo de los mejores amigos de mis padres, y venía con un buen curriculum: se había leído ya El Capital a los 12 años, conocía de historia como nunca he conocido a otra persona y jugaba ajedrez. En esto último fue en lo único que pude superarlo. Fue gracias a él (aunque él no lo sabe) que me comenzaron a interesar los libros que había en casa. El primero de todos, El coronel no tiene quien le escriba. Recuerdo que lloré varios días con el final, y que mis padres pensaban que debía ir a un psicólogo, porque acababa de descubrir la muerte.
Luego vinieron las primeras fiesta, en las cuales jamás me terminé de sentir bien, el primer amor , los primeros poemas, la banda de música y los covers (¡Sepultura!), las expulsiones del colegio.
Tuvieron que pasar casi 18 años para que llegara Stella, y me pidiera recordar este tiempo, la época en que comencé a crecer. Ya te hecho de menos, Stella.
(El parecido de Guillaume Depardieu con su padre es impresionante)
1 comentario:
Ahì por ahì exactamente fuè que te conocì yo!
Vaya se me olvidò que te olvidè!
Que delicadeza de pelìcula y yo que ando odiando a una francesa, pero como competir con ella? esa suavidad no se compra! hermosa pelìcula!!
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