miércoles, noviembre 29, 2006

Vivezas parlamentarias (invitado)

Javier Ponce (j.ponce@cepecuador.org)

No se apagaban todavía los festejos del triunfo electoral de Rafael Correa y ya algunos legisladores salían al escenario a sembrar confusiones en torno a la propuesta fundamental de la candidatura triunfadora: la reforma política.Ha sido necesario que el país viva congresos vergonzosos; que presencie el modo autoritario y clientelar con el que los partidos políticos -incluidas las dos nuevas fuerzas, el Prian y el PSP- han armado sus estructuras partidistas y sus representaciones parlamentarias; que la institucionalidad se vea abocada a tal grado de desmoronamiento que el Tribunal Supremo Electoral, la institución rectora del proceso del domingo, haya sido la gran ausente al momento de las definiciones, lo que pudo haber sido un momento trágico del país de no mediar una tan clara definición del electorado; ha sido necesario tanto desgaste, para que la reforma política se imponga como el primer paso a dar en el nuevo período político.Y ahora, aquellos que deben ser reformados profundamente, buscan lavar sus trapos sucios adelantándose a la intención de Alianza PAÍS de ir hacia una Asamblea Constituyente.¿Cómo leer aquello sino como un intento por parapetarse en la legalidad, para ocultar su ausencia de legitimidad política?La propuesta que ganó las elecciones el domingo y que irrumpió con enorme fuerza en pocos meses, no se reduce a curar la más vergonzosa de las construcciones políticas fraguada por las mafias partidistas: la ausencia de independencia de organismos del Estado como los tribunales Electoral y Constitucional o los tribunales de justicia. No. La propuesta va mucho más allá de proclamar una retórica democratización de los partidos. Apunta a poner de cabeza al actual sistema de representación política, a reformar de base la administración territorial del país, a cambiar el modelo económico. Y eso no se puede dejar en manos de un congreso producto de un deleznable ejercicio político y que procederá a una reforma sustentada en el cálculo partidista y en los intereses pasajeros de unos legisladores.Por allí ya apareció un diputado noboísta, bien conocido por su vieja ambición de poder, Federico Pérez, amenazándonos con sembrarse en el Parlamento para impedir cualquier intento de sustitución del Congreso por una Asamblea Constituyente. Todavía no se establecen los procedimientos y estos legisladores ya amenazan con la confrontación desde sus virtuales curules.Por su parte, Sociedad Patriótica ya habla de convertir al Congreso en una instancia constituyente, para protagonizar un proceso de reforma política que burle la propuesta ciudadana aprobada en las elecciones del domingo.Es cierto que lo importante es la reforma política y no el instrumento -en este caso la Asamblea Constituyente-. Pero está planteado ese mecanismo como el más apropiado y a través de un sistema de elección de sus miembros que no ratifique los vicios de la representación política actual. No cabe, entonces, burlar la reforma "ganándole la mano" al nuevo gobierno con enjuagues.Si desean los legisladores una reforma que comience por poner en duda su propia legitimidad, asuman el reto conjuntamente con el nuevo gobierno y déjense de parapetarse tras el burladero para sobrevivir penosamente.

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