domingo, marzo 25, 2007

23,34

La carta. El sonido de los cubiertos, esa indiferente compañía de los comensales. La porcelana y la humanidad detrás. La falta de costumbre. Vino, no. La mesa y su nostalgia, como un abrazo sin manos, como si al ausente le diera por besar. Las copas, el agua. Se retira lo que esta de más. Como árboles públicos, estamos hechos a imagen y semejanza de anónimos jardineros. La sal. Se corta todo lo que pueda ser mitad. Se pide permiso, se riega el minutito y su café, la absorción de servilletas inmaculadas, no sirve ahora. La charla flotando como un buzo ahogado, demasiado mercurio tiene el aliento de los vivos, y vivir es un número amenazado por mi nombre. Fieles a la tensión, no compartimos ni nos dejamos llevar, solo te convenzo que la telefonía fija nos va a matar. Se llevan la noche y su edad. La cuenta, y el bolsillo tiene ese aspecto de nido abandonado.

1 comentario:

amanda dijo...

entiendo porque y porque no habia leido.