viernes, julio 10, 2009

Stop

Tati se ha ido. Así empieza la historia de los nuevos días por venir. Reviso viejas fotos, viejos documentos. Historias contadas hace siglos atrás. Estoy en pausa, colgado del tiempo. Miro la gente y la vida pasar a mi lado, y no me detengo a verlos demasiado.


Domingo 25 de marzo, 2007

No la llamé. Porque las cosas no son siempre fáciles, porque me distraigo en mis miedos, porque la puerta del ascensor demora en llevarme a tierra.

Salí a caminar, y en la esquina una mujer me preguntó la hora. Seis y media. La misa de la tarde se le va. Me pide ayuda con las manecillas de su reloj, blanco nácar, sujeto a la piel y sus pliegues, giran las horas, en un instante en que el tiempo parece ser su tiempo, y las nubes también retrodecen con ellas; su mano pequeña retrocede el tiempo de ambos, hubo un silencio enorme, el tiempo retrocedió a voluntad nuestra, y ojalá hubiera continuado, y me hubiera llevado a la despedida en tu puerta, al juego en el pasillo, a tu habitación y sus estrelladas juzgadas, colgadas como Santos, a ese sueño que no te pasa, a ese momento en que cubres tu cuerpo con una toalla demasiado corta y tu cabello se seca en la sombra, sombra fría, y un poco más, más, quizás a ese momento de la noche, en la que tus piernas fueron mi lugar, el último. No la llamé. Porque no podía soportar mi urgencia, porque no podía entender como era posible que su llamada fuera el juego final de mi vida, como si después de colgar todo acabara, para siempre, en una pausa eterna, en un suicidio congelado. Y ese sonido que tienen las monedas al caer, o al ser aceptadas por la maquina del teléfono.

Perdona que insista, pero debes saber que no estoy del todo sano...que tuve que correr, correr hasta la avenida principal y cruzar el parque, y seguir, seguir hasta el final de la calle, y detenerme en el último tono, antes de que la moneda caiga, y ese sonido que tiene la vida, la vida al pasar.




No hay comentarios: