domingo, junio 08, 2008

domingo

Mi compañera se fue de viaje a Granada, y yo me quedé en casa muerto de envidia. Sin más emoción que el "burning the midnight oil" de los sábados, adhiriéndome a cada canción del Casa de Sakamoto, como si llevaran etiquetadas la promesa de un encuentro profundo, y descubriendo que a las tres de la madrugada se pierden las alarmas y uno se siente capaz de participar de algún vulgar melodrama.

El domingo empezó tarde, y vaticinando un final poco feliz. La bulla de la aspiradora, los sonidos del vapor de la cafetera...Entro al baño y llega el momento de la inflexión, el examen de conciencia durante el cepillado de los dientes, el déjà vu mientras te mojas el cabello, y la absolución para cuando has salido vivo del espejo.

Tenía la esperanza de encontrar alguna canción que quebrara el día, pero el iTunes no acertaba en su elección.

Y cuando todo parecía convertirse en una cesta de carnadas para la nostalgia, la cocina de Ovidio vuelve a salvarme. Trocitos de sepia, con ajo y perejil, alioli y un poquito de limón, buey de mar con salsa de jerez, y algunas gambas sofritas con cebollita. Ensalada de tomate y apio, pan calentito y mucho vino blanco.

Tres horas después, regreso a tierra, sin más aspiraciones que encontrar una canción que me emocione. Y la encuentro. Y sonrío.







2 comentarios:

Víctor Manuel dijo...

Una canción puede ser un refugio. Enhorabuena por tu blog, tan bien escrito.

amanda dijo...

oye esa cancion, que pena Fernando, tan vieja cancion, es una de las mejores, tenia olvidado este post, no vi la cancion por la frase inicial, que mal el obnubilamiento y cuando escribes como diario.
A la orilla de la chimenea hoy por hoy es mi cancion favorita, la nado escuchando todos los dias.