lunes, mayo 18, 2009

historias mínimas: pedro y yo


Llegamos con Pedro al Estero un poco antes del atardecer. No recuerdo cuánto nos costó alquilar aquel bote, pero recuerdo que pagué yo.

Al cabo de un rato, ya remábamos con buen ritmo, en dirección a la Universidad Católica.

El Estero, pesado cuerpo, enfermo de algas oscuras, un animal herido que dió la espalda a la ciudad desde hace muchos años. Flotábamos sobre la espalda de un gigante moribundo.

Es silencioso, dijo pedro, el qué, el Estero. El silencio es la trinchera del torturado. Vos leíste Pedro y el Capitán?, No. Todos los actos terminan con un No, digo en la obra. Como en la vida, Si, como en la vida, alguién dice No y todo se acaba.

El Estero, inexpugnable, nos vence con su trinchera, con su propia verdad. La verdad es otra forma de ganar la batalla. Si.




1 comentario:

amanda dijo...

Espesa, agua espesa a la que no hay que caer porque parece bajo ella haber un túnel, y desde ahi es la única forma de ver el agua en las ciudades. Cuidado te caes! es el Salado, donde el sol es un sol domiciliado.

Te pasaste. Como extraño esa perra ciudad!