martes, diciembre 08, 2009

Martes: Mi cena con Malle


En el futuro, dice Malle, la gente pagará para ser castrada, y de esta forma lograr sentir algo. La vida de hoy es un problema de estímulos, no los hay, al menos eso se dice. Incluso aquellos que viven haciendo miles de cosas a la vez, comprometidos con muchas actividades, están muertos por dentro. ¿Qué ocurre?

Vivimos en una sociedad donde no está permitido expresar nuestros sentimientos de forma directa. Si lo hiciéramos, pasaríamos por locos. Y así vamos, acumulando todas estas sensaciones, sin tener la capacidad de expresarlas [por ejemplo, ese es el drama de los personajes de Interiores (woody allen), donde ni siquiera la más sensible de las mujeres (Diane Keaton) puede expresar lo que siente hacia su padre],  y cuando al fin salen, lo hacemos tan mal.

Hace un par de días salí a tomar algo al Comercial. Me senté cerca de las ventanas que dan a la calle.  Una familia cenaba junto a mí. Yo me distraia mirando hacia las personas, pensando en el tipo de relaciones que cada una podía tener, ¿tocarían el arpa o el piano? ¿se irían a vivir a un bosque teniendo como compañía sólo un jabalí y un vecino ermitaño? [el tipo de preguntas que vienen después de ver un film de Malle].

La cena familiar -a mi lado- avanzaba a ratos, pero tenía pausas. Largos silencios, sobretodo de las más joven del grupo, que en ocasiones miraba hacia lo lejos [tal vez pensaba en el jabalí]. Recordé las cenas con mi familia, sobretodo las cenas de navidad. Siempre fueron un desastre. O al menos así lo recuerdo.

Siempre he creído que el mejor favor que le podrían hacer a mi familia sería llevarnos a un taller con algún seguidor de Grotowski, y someternos a sus investigaciones sobre la salvación a través del teatro [el teatro como única posibilidad de salvación, decía el viejo polaco].

Pero volviendo al punto. ¿El problema es la falta de estímulos? Quizás el problema es el lenguaje. Según Malle, deberíamos crear un nuevo lenguaje. Un nuevo tipo de vínculo con los otros. El lenguaje del amor, dice André Gregory. Pero yo lo encuentro demasiado burgués. Es la búsqueda de estímulos lo que caracteriza a nuestra sociedad. Y en esa búsqueda seríamos incluso capaces de traicionar nuestro lenguaje. ¿El lenguaje del amor? ¿Que chucha significa eso? Si yo soy feliz sentándome junto a una mujer en el  sofá,  viendo una película, y haciéndole el amor después, ¿necesito acaso un nuevo lenguaje para comunicarme con ella?

La otra idea es que vivamos esta vida de forma mística. Es decir, vivir creyendo que tenemos un destino. ¿Destino? Lo esencial de esta concepción vital es vivir pensando que siempre el futuro te está enviando mensajes para que sepas lo que te espera. ¿Es esa la función del futuro? ¿Enviarte mensajes? Todo el universo, con toda su complejidad, tiene esa mediocre función: enviarte mensajes a través de una taza de té , en una galleta o a través de los sueños. Si fuera un faraón, mis sueños me importarían.

No, no, no. No es para mí.

Me voy a tomar un café al Tambor. Miró mi monedero, y pienso que este mes tendré problemas con las cuentas.



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