viernes, diciembre 04, 2009

a tiempo (invitada: Erika, Méx.)


¿Por qué te escribo? No lo sé. De pronto hoy me acordé de ti y tuve el impulso de escribir. ¿Estás bien? Te vibro melancólico, pero no sé, puede ser que yo esté así, no lo sé. Cuando ando con los sentimientos y los pensamientos revueltos, me acuerdo de las personas que están lejos, de las personas con las que me gustaba platicar.


Ayer estuve en un taller de mujeres indígenas con proyectos alrededor del derecho a la propiedad de la tierra. Creo no te conté, pero desde hace seis meses trabajo en una organización, más bien un fondo, que apoya proyectos de mujeres indígenas sobre derechos humanos, sexuales, laborales, económicos, etc. Estoy en el área de procuración de fondos, así que no me toca tanto convivir con las mujeres de los proyectos, lo cual de pronto extraño.

Entonces, cuando se reúnen las mujeres para tomar talleres, voy de chismosa. En realidad voy no sólo para saber lo que están haciendo, sino también para confirmar que lo que hago vale la pena, que este mundo no está en decadencia, que hay espíritus no sólo hermosos sino valientes y dispuestos a todo con tal de cambiar esta realidad nada equitativa.

Y esas oportunidades siempre llegan cuando estoy un poco cansada o desesperada. Seguro te pasa, ¿no? Eso de nadar contra corriente de pronto es duro; todo el tiempo tratando de mejorar el cuadro realista de la vida, convirtiéndolo al impresionismo con una narración de realismo mágico al estilo de García Márquez.

Pues el lunes estuve rodeada de 25 mujeres líderes indígenas de diferentes etnias hablando de sus proyectos; algunas con sus trajes típicos y conservando su lengua, otras más occidentalizadas, pero todas luchando por los derechos de sus compañeras.

Fue alucinante escuchar sus historias de vida, de guerreras. Tanta admiración te hace sentir chiquita, que estás durmiendo mientras la lucha está a tu alrededor. Pero conviviendo con ellas en la cotidianeidad te das cuenta que tú también eres guerrera de cierta forma, que no hay logros pequeños mientras el camino sea justo. Como dicen ellas, todas somos compañeras del arado...

Y bueno, en general mi vida va bien. Tratando de aceptar la impermanencia, internalizar el desapego y fluir por la vida así nomás, sin expectativas, sin sufrimiento, sin prejuicios (tratando, eh, me falta harto). Y ahora ando en más actividades que contribuyen a mi estado de amazona en proceso, jaja, empezando con la escalada en roca y la bicicleta de montaña, con más moretones que cuando era niña, pero tenaz como mujer adulta empoderada.

Oye, el otro día fui a ver una película muy buena, “El latido del tambor” (Zhan gu), si puedes, consíguela. También ando ahora muy en el mood Wong Kar-wai, así que si quieres dejar descansar un rato a Woody Allen, es una buena opción.

Y ya que andamos con las recomendaciones, si en realidad andas melancólico como te percibo, escucha la rolita de Nantes, de Beirut.


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