lunes, marzo 29, 2010

respuestas: acostumbrarse


Te puedes acostumbrar a llegar al supermercado y no encontrar nunca más el yogurt que tanto te gustaba o la marca de galletas que tanto querías. Te acostumbras, de hecho, a no escuchar ciertas canciones, a no tomar ciertas calles, y a ciertos libros les dices "no, Elmer, mi pequeño elefante, hoy no puedo contigo". Te vas haciendo a la idea que ese pedazo de ella que se quedó en tu guardaropa de hecho no es ella, y por el contrario, te recuerda todo el espacio que ella no volverá a ocupar. Te resignas a no visitar aquel café, y no pedir vuestra bebida favorita, "no, hoy no quiero White Russian". Te acostumbras a hablar solo,  a mirarte solo en el espejo, a ducharte solo,  a ver la tele solo, a ir al cine solo, a llorar solo, a morir solo. Aceptas esta amputación que, con precisión de carniceros,  la  borró para siempre de tu lado. Te acostumbras a los sueños raros, al entresueño, al insomnio, a la pesadilla, al sueño dulce y esperanzador, a los sueños freudianos (sí, sueñas con vaginas dentadas y penes enormes), a los sueños visionarios, a la somnolencia, a los sueños ambiciosos, a la alucinación (sí, te juras que la viste entrar en aquel café),  a la cabezada que te permite olvidar por un momento esta continua zozobra,  a la siesta que produce desasosiego. Y a despertar. 

Te adaptas a los destiempos, lloras una hora más tarde, ries dos días despues, tu hambre llega después de comer. Te acostumbras a ver, todas las mañanas, ese reloj público en pausa que es tu corazón.


A lo que no te puedes acostumbrar es a que no esté.



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